La internacionalización del capital es un proceso que
permite, una vez más, evidenciar la dinámica de la interdependencia de las
naciones. Por un lado, las transnacionales buscan ampliar sus mercados –de mercancía,
de trabajo y de capital- pero por otro, los Estados Nación imponen sus
condiciones, amparados en su soberanía. Estas condiciones van desde las garantías
sociales vigentes hasta los aranceles a los productos que estas compañías
requieren importar (materias primas) o exportar, pasando por la estabilidad
política, económica, social y del sistema educativo de los países.
En la
actualidad, es palpablemente manifiesta la lucha de intereses entre estas dos
grandes fuerzas en la discusión sobre el sistema de educación costarricense.
Las empresas trasnacionales, a través de organismos internacionales como el
Banco Mundial, requieren mayormente de mano de obra técnica y barata –sí, aún
tratándose de profesionales egresados de la educación superior- y no de
profesionales en el campo de la investigación, la innovación y la creación. A
través de la implementación del Plan Bologna, se busca que los sistemas de
educación superior estén cada vez más al servicio de sus intereses. En lo
cotidiano, se escuchan o leen frases tales como “hay que adaptar el sistema educativo a los nuevos tiempos”, hay
que responder para “darle trabajo a
nuestros jóvenes”.
Sin
embargo, por este mismo proceso, ese trabajo es cada vez más precario. Los
países, que debido al mismo entran en una fuerte competencia entre sí por
la atracción de capital extranjero, se ven forzados entonces a flexibilizar su
legislación laboral en aras de la muy ansiada competitividad. Entonces, no sólo
las empresas deben seguir ese paradigma dentro del capitalismo, sino que los
mismos Estados-nación comienzan a funcionar como gigantes empresas
administradas por las clases opulentas de los países. Aunado a esto, se
firman tratados de libre comercio que
flexibilizan, algunas veces hasta llegar a eliminarlos, los regímenes
arancelarios. En Costa Rica, por ejemplo, las ganancias sobre el capital
financiero no pagan impuestos. Hoy en día, tenemos un vicepresidente directo desde la gerencia del Scotiabank que logró declarar al Mercado de Valores como de interés
nacional. ¿Realmente lo es? ¿Qué beneficio
obtiene el pueblo del desarrollo de este mercado?
Para
las transnacionales, la internacionalización alcanza varios objetivos.
Primeramente, permite maximizar la ganancia gracias al empleo de mano de obra
más barata que la que conseguía cuando su operación estaba restringida al plano
nacional. Además, permite ampliar sus mercados y, con ello, dinamizar la
circulación del capital. Posibilita también ampliar el mercado de venta de sus
productos En Costa Rica, la marca Intel cuenta con mayor respaldo que sus
competidores, en parte porque prevalece la idea de que hay trabajo tico detrás de sus productos. Esto
también justifica por qué no se escucha mayor queja sobre los privilegios en
tarifas eléctricas que se le dan a esta y otras transnacionales, con el
consiguiente aumento de las tarifas para el usuario común o la asunción de las
pérdidas por parte del ICE.
De
esta manera, se demuestra el poco margen de maniobra que poseen realmente los
gobiernos bajo este modelo de desarrollo que ha venido a desmantelar el estado
de bienestar construido durante el tercer cuarto del siglo XX. Pero, por supuesto,
que los Estados también imponen sus condiciones e influyen el funcionamiento de
estas empresas. Para el capitalismo es además necesario que exista esta lucha
ya que necesita de la existencia del Estado. Si el mercado laboral no siguiese
siendo hoy en día de carácter nacional, por ejemplo, no se sostendría la
diferencia salarial o de privilegios entre un país y otro. Si las fronteras no
existiesen, se imposibilitaría también la salida del país de un producto ahí
fabricado, para luego regresar empacado con un valor muy por encima del que
realmente costó fabricarlo.
En
síntesis, la internacionalización del capital demuestra la interdependencia
compleja entre las naciones. Evidencia la lucha entre los poderes corporativos
y las soberanías nacionales. Pone de manifiesto la dirección de las políticas
dictadas por los organismos internacionales, así como la precarización del
trabajo y la limitación del poder decisión de los Estados-nación. Asimismo,
muestra que estos, a pesar de un discurso plagado de alusiones a la eliminación
de las fronteras, siguen siendo necesarios para el funcionamiento del sistema,
ya que perpetúa la explotación según la división internacional del trabajo, lo
cual además lleva a la polarización estudiada anteriormente.
Bibliografía consultada:
Amín, Samir. La Internacionalización del Capital en: Globalización y Sistema Mundo. 1998. Pp. 31-58
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