lunes, 29 de julio de 2013

Sexualidad humana y orientación sexual

La sexualidad en el ser humano es mucho más compleja que en otros animales. A pesar de que posee una base biológica, no se puede negar la simbolización a la que se ve sometida por efecto del lenguaje. La elección del objeto sexual va mucho más allá que un sinple instinto de supervivencia, como ocurre en otras especias. Carlson (2005), basado en algunos estudios, tiende a promover la idea de que esta elección viene determinada genéticamente, con lo cual discrepo.

Carlson cita el trabajo de Bell, Weinberg y Hammersmith (1982), el cual fue cuestionado por diversas razones. Este consistió en aplicar un cuestionario de 500 preguntas a 979 homosexuales y 477 heterosexuales, hombres y mujeres, blancos y negros. Las preguntas estaban relacionadas con las teorías psicoanalíticas y sociológicas sobre la homosexualidad, como por ejemplo, el complejo de Edipo, la identificación con el progenitor del sexo opuesto, las teorías de apego a la madre y el padre distante, entre otras. Al comprobar estadísticamente que muchas de estas teorías no encajaban, los investigadores se vuelcan hacia argumentos biologistas, atribuyendo que el desarrollo de la preferencia sexual humana tiene que ver con la genética y las hormonas. Para sustentar estos argumentos, citan diversas fuentes que Tripp (1982) también cuestiona en su trabajo.

Lo que ella critica de estos investigadores es que promulgan supuestos equívocos, como los expuestos en el siguiente extracto:
“La heterosexualidad [al ser considerada “instintiva”] puede ser tomada por sentado y, por lo tanto, su desarrollo no necesita ser fundamentado; que la homosexualidad surge por factores diversos a aquellos que están también involucrados en la heterosexualidad; y lo peor de todo, que una preferencia de cualquier tipo puede estar sustentada de forma negativa. (A una persona le gusta lo que le gusta por sus recompensas, no porque odie o tema a algo más).” (Tripp, 1982, p. 184)

Creo que los esfuerzos por universalizar las causas de la homosexualidad son en vano. La sexualidad humana no puede ser reducida al instinto de conservación de la especie, pues para nosotros todo esto está mediado por el orden simbólico. Si aceptáramos este argumento como el motor de la sexualidad humana, no veríamos en la actualidad tasas de crecimiento demográfico negativas, por la decisión de las parejas de tener pocos hijos o no tener del todo. No existiría tampoco la sexualidad por placer, y entonces caeríamos en un argumento no tan distinto del que promueven algunas religiones.

Por otro lado, tampoco puede el asunto ser reducido a argumentos meramente psicosociológicos. Es decir, que no será posible encontrar una fórmula causal de la homosexualidad. Lo que sí puedo afirmar es que la elección del objeto sexual responde a una disposición única en cada sujeto: en cómo se posiciona este frente a la demanda del Otro primordial. Aquí hay que tener cuidado, pues cuando afirmo esto no quiero que se entienda que esto tiene que ver con que la madre haya deseado una niña y nazca un niño; no. Pero sí tiene que ver con el establecimiento de los circuitos pulsionales que se hacen a través de la mirada del Otro que retorna la imagen propia: el Otro es el espejo que permite a cada ser humano construir su imagen propia (Lacan, 1949)

Con esto tampoco quiero desechar por completo la biología, el cuerpo en su estatuto de real. Lo que no comparto es que sus enunciados sean formulados como causas de la homosexualidad, cuando este circuito, en realidad, no está tan claro. Sabemos, por ejemplo, que la segregación de hormonas al feto depende de los estados de ánimo de la madre y entonces, cabría preguntarse si al final estas hormonas son manifestaciones no sólo de los estados de ánimo de la madre, sino también de su deseo.

En la elección del objeto sexual, como dice Tripp, entrarán en juego las gratificaciones obtenidas de tomar una u otra posición, las identificaciones primarias, las primeras relaciones con los objetos de amor, la cultura, el cuadro familiar y sus circunstancias, y un largo etcétera. En ese sentido, coincido una vez más con Tripp en que debe pensarse la elección del objeto sexual en general, y no centrarse en la elección de objeto homosexual pues, consecuente con lo que mencioné antes, al final la elección de todos los seres humanos se encuentra inmersa en estos circuitos. Esto por lo mismo que dije antes: la sexualidad humana está simbolizada.

Considero que este cambio en el paradigma es importante ya que permite que las heterosexualidades se desnormalicen, y sean entendidas como una opción más dentro de las infinitas que hay. Aquí lo fundamental es también entender que no existe una heterosexualidad ni una homosexualidad, sino que cada disposición es única. Hay algo que no he mencionado hasta ahora pero aquí lo quiero hacer, y es que la sexualidad es también, según Lacan con quien concuerdo en esto, inconsciente.

Entonces, tendrá también que ver no sólo con lo pulsional sino también con lo reprimido. No son pocos los casos de homosexuales que se casan y forman una familia, los que no reconocen públicamente su orientación sexual por miedo a las reprimendas familiares o sociales y que, ante estas exigencias, deciden forzar una elección de objeto acorde con la demanda social que ha establecido lo que es correcto y lo que no. Sobre este tema, D’Emilio (1993) hace un recorrido histórico para justificar el surgimiento de la identidad homosexual (distinto de la conducta homosexual) como consecuencia del sistema capitalista de trabajo remunerado.

Existe evidencia histórica que demuestra que, antes de la era industrial cuando el núcleo económico era también el núcleo familiar, no existía la homosexualidad como un significante de identidad ya que la supervivencia (el alimento, el abrigo, la mano de obra) dependían exclusivamente de ella. “Al despojar el núcleo familiar de su independencia económica, y fomentar la separación de sexualidad con procreación, el capitalismo había creado las condiciones que permite que algunos hombres y mujeres organicen una vida personal alrededor de su atracción erótica/emociona con el mismo sexo.” (D'Emilio, 1993, pág. 470)

Fue con este cambio del paradigma económico que los seres humanos pudieron encontrar la autonomía de asociarse no sólo por una cuestión económica, sino más bien puramente afectiva. La familia se convirtió, entonces, en un núcleo afectivo. Durante el día, se va a trabajar y se socializa con otros, y esto posibilita el vínculo con esos otros semejantes, con quienes puedo compartir aquello que antes era prohibido. Vemos entonces cómo también el sistema económico y social han abierto, por un lado, todas estas posibilidades y, sin embargo, por otros sigue reproduciendo discursos arcaicos.

Creo que el esfuerzo de las ciencias debería ser el de integrar los distintos saberes y no segregarlos. Para muchos científicos positivistas quizás sea descabellado pensar una relación entre la psique y la secreción de hormonas, pero son campos que debemos permitirnos explorar. Intentar reducir uno de nuestros mayores enigmas a una sola rama hará que permanezcamos encerrados en callejones sin salida, que lejos de contribuir al entendimiento del ser humano, lo limitan injustamente. 

Referencias


Association, A. P. (2009). Publication manual of the American Psychological Association (6° ed.). Washington, D.C.: American Psychological Association.

Bell, A., Weinberg, M., & Hammersmith, S. (1982). Sexual preference: its development on men and women. Bloomington: Indiana University Press.

Carlson, N. (2005). Fisiología de la Conducta. Pearson Addison Wesley.

D'Emilio, J. (1993). Capitalism and gay identity. In The lesbian and gay studies reader (pp. 467-476). New York: Routledge, "In divesting the household from its economic independence and fostering the separation of sexuality from procreation, capitalism had created conditions that allow some men and women to organize a personal life around their erotic/emotional attraction to their own sex". Traducción mía.

Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo (je). In Escritos I.


Tripp, C. (1982). Review of 'Sexual Preference: its development in men and women'. Journal of Sex Research, 18(2), 184-186, "Heterosexuality [being "instinctive"]  can be taken for granted and thus its development need not be accounted for; that homosexuality arises from factors different other than those which are also involved in heterosexuality; and, worst of all, that a preference of any kind can ever rest on a negative base (A person likes what he likes because of its rewards, not because he fears or hates something else)". Traducción mía.