viernes, 6 de julio de 2012

Otros paradigmas en la educación

En nuestro país, el sistema de educación general básica incluye dentro de su malla curricular la asignatura de ciencias, cobijando a la biología, la física y la química, las cuales son separadas en los últimos dos años de estudio. Excluye por completo a las ciencias sociales, las cuales son relegadas a la categoría de estudios. Ignora casi por completo la psicología, la antropología y la política, y a lo sumo se dedica a puntualizar hechos históricos y no a elucidar cómo cada uno de ellos es una base sobre la cual descansa nuestro vivenciar actual. Una apertura hacia paradigmas distintos de la ciencia repercutiría en al menos dos componentes sumamente importantes de la vida humana y de la sociedad: la salud y la política.

Desde mi punto de vista, el acontecer anímico del ser humano se encuentra indisolublemente ligado a su acontecer físico. Por ello, el concepto de salud involucra a ambas variables, aclarando que, en realidad, no seria tan siquiera posible concebir una división en estos dos componentes. Es mucho más que la simple ausencia de dolor, que es la concepción de la medicina. Aunque hoy en día esta rama, y en general la sociedad, acepta esto, se hace nuevamente dentro del marco de la salud física, en función de la eliminación del dolor del paciente. Es común, por ejemplo, escuchar que al enfermo le motiva que lo visite su familia y así curará más rápido, o con mejores resultados. En lugar de salud, propongo utilizar el término bienestar, que es mucho más amplio.

Sin embargo, poco ha repercutido este conocimiento en materia de políticas sociales. Así entendido, el bienestar de un individuo está íntimamente ligado con sus satisfacciones. Con su posibilidad de generar relaciones placenteras en su familia y con su medio y de esta manera satisfacer sus deseos. Está también vinculada con su capacidad de expresión, y de reconocer, pero no sentirse oprimido por, los mandatos culturales. Una sociedad de individuos satisfechos es también una sociedad de individuos que se encuentran en una mejor posición para tomar mejores decisiones. Existe, no obstante, otro componente, antagonista del desarrollo cultural, y es que la mera satisfacción individual llevaría inevitablemente al caos social. Es aquí adónde entran en juego los límites impuestos por la cultura, en un juego donde el ideal es alcanzar un balance para el beneficio de ambos.

Para lograr lo anterior, no podría vacilar en hacer el más grande de los énfasis en la educación. Más allá de la concepción capitalista de "movilidad social" que se constriñe a una visión primordialmente económica, una buena educación permite a los individuos no sólo formarse para salir a competir al mercado laboral, sino también para sublimar sus pulsiones sexuales y agresivas. Esta energía, ahora utilizada en el entendimiento, permitiría primeramente que los pueblos abran sus ojos ante la opresión y, a partir de ello, implantar las críticas y los cuestionamientos que abrirían el camino para un cambio en la sociedad. Mientras que hoy en día estas pulsiones están dirigidas hacia los objetos de consumo y la satisfacción está completamente apegada a la obtención de los mismos, un nuevo orden implicaría suplantar estos objetos por otros que también permitan disminuir las desigualdades. La educación es uno de ellos, pero no el único. 

En el sistema educativo actual, se eneña sobre la segunda guerra mundial pero no sobre cómo ésta muestra sus efectos en los acontecimientos de hoy en día. No se enseña cómo estos eventos históricos han construído el mundo en el que hoy vivimos. Cómo la crisis económica de 1980 y las políticas para superarlas puestas en práctica en 1990 devino en el modelo neoliberal que se mantiene vigente aún hoy, y también mañana. Ni de dónde vinieron esas políticas y a qué intereses respondían. Y cuál fue la posición de nuestro país ante estas coyonturas y cómo estas afectaron lo que hoy vivimos. Qué era necesario hacer, adónde nos equivocamos y cómo podría ser mejor.

Así, formando ciudadanos que reconozcan que la política, la economía, la sociedad, la cultura, la democracia, la idiosincracia y muchos otros componentes de nuestra vida cotidiana son construcciones históricas del ser humano, sería posible que también reconozcan la importancia, como seres humanos que también son, de su participación en la construcción de un mejor mundo (o un mejor país, para comenzar).  Esto requeriría una reforma sustancial del sistema educativo que ha privilegiado a las ciencias duras sobre las ciencias sociales. Y va más allá de repetir el trillado concepto de democracia participativa y deber cívico.

Es por todo lo anterior que se debe mantener vigilancia sobre las políticas en materia de educación del país, especialmente con lo respectivo al préstamo del Banco Mundial para el sistema de educación superior. La implementación del Plan Bologna, que desdeña a las ciencias sociales, ha llegado a tierra costarricense y es pertinente evitar cualquier política que intente reducir el sistema educativo al cumplimiento de los intereses del capital.

En síntesis, el énfasis que se le da a las ciencias positivistas dentro del sistema educativo equivale a dar una visión muy liimtada del mundo, la misma que permite la perpetuidad del sistema. No existe mejor porvenir para una sociedad que el llega cuando alcanza el desarrollo integral de todos sus individuos. Sin embargo, para alcanzar ese desarrollo integral, se debe alcanzar primero el desarrollo intelectual -no entendido éste bajo la concepción cuantitativa que usualmente se le da- que permita a los ciudadanos apropiarse de su destino y comprender el devenir histórico que desencadenó las situaciones actuales. Con esto, lograríamos inhibir nuestras pulsiones hacia la meta de la convivencia social, esperando alcanzar el equilibrio entre la satisfacción personal y el programa social.    

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